Me han estado dando ganas de hacer cosas tipo Amelié, pareciera que la rutina tiende a pervertir las ideas a medianoche, sobretodo cuando me obligo a ir a la cama y dormir, es que por lo general no siento el suficiente sueño para ello, aquietándome sólo con la búsqueda de una actividad, cualquiera sea, agotando así las energías del día y bueno ayer no fue la excepción, pero tuve serios problemas en hacer lo de siempre, porque estaba en casa de una amiga, lejos del espacio mío.
Por eso debí echar mano a los recuerdos, empecé a recorrer de a pocos los momentos que se me vinieran a la memoria, y no encontré más que a Pril sonriendo, y allí estaba yo, grabándole los ruidos de la casa donde vivía hace tres años atrás y a la vez pensaba en su rostro cuando los escuchara en su reproductor.
En cambio, en la habitación donde pasaría la noche sólo se escuchaba el mar, el ruido era envolvente y sin necesidad de concentrarme en ello para escucharlo, lo cual sí debo hacer en la casa que arrendé en esta ciudad, ese sonido aquieta, volviéndome vulnerable al descanso, pero cierro los ojos y parece tan poco lo sucedido desde ese tiempo de Pril, él es central en cómo me siento ahora. Pienso, cómo me gustaría poder golpear nuevamente alguna puerta de las que tomo todos los días, en abrir los cajones, en hacerle transmisible el ruido del refrigerador, del ventilador del pc, de los sonidos de la película de turno, ¿cómo sería poder regresar a hacer lo mismo, pero como soy ahora?, y hacerle recorrer cada uno de los espacios desconocidos para Pril.
Tiendo a sentir melancolía de vez en vez me digo, auto convenciendo mi sensación de dificultad frente al olvido, entonces para poder caer en el sueño estático regreso sobre unos minutos atrás mientras con Analía mirábamos el mar, yo hablándole de las arrugas de mi rostro y cuello, intercalando pedazos de fantasías sobre las premoniciones de vivir en este lugar, pero no me es suficiente colocar un recuerdo sobre otro, Pril se aparece de nuevo y su voz dulce detrás del auricular reconociendo emoción sobre la grabación que le había enviado por correo, su afección me la traspasaba tan bien, ¿cómo fue todo aquello Ann?, me autopregunto quedando triste por un momento, y los pensamientos tendientes a racionalizar todo se aparecen a la orden del insomnio.
Voy al baño, al sentarme en el W.C. tomo una revista naturista, a la cual está suscrita Analía, leo sobre la desintoxicación del cuerpo y siento importante escuchar música en estos momentos, pero en este baño no hay reproductores ni están mis canciones favoritas para no pensar, reconozco que estoy huyendo, lo cual es normal dicen cuando uno tiene insomnio, entonces mejor regreso a la cama, a la cual llego revolcándome ruidosamente. Ese sonido no hace más que hacerme ir a donde vivía, un lugar pequeño como una casa en miniatura, claustrofóbica, fría, blanca por todas partes, camaleónica porque se volvía de un color gris por las noches, añeja pero de todas formas querible, era una especie de laberinto extraño, porque de verdad fui descubriendo en ella sus sectores, haciéndolo de a poco, en los escasos meses que la ocupé, tanto así que siento una necesidad tremenda de estar de nuevo viviendo en ese tiempo.
Es raro pero la angustia empezó en ese momento a apoderarse de mis ideas es que tan sólo creer en el traspaso de los momentos recordados hacía algo asible me hacía sentir la cruel innecesidad de no atentar contra el pasado, impidiendo asumir haberlos vivido para escribirlos, así solamente iba a expresar una frustración, la de no lograr poder cambiar los recuerdos repasándolos sin sentido alguno al momento de transformarlos en palabras.
Por eso, cuando llegué donde arriendo comencé a cuestionarme todas las vivencias, y hacer cosas tipo Amelié también, porque no sirven si no es para metarecordar, o sea simplemente hacer algo que concientemente se transformará en recuerdo, eso es tan aburrido pienso, porque es una forma de control de cómo he vivido, entonces siento mucho los regalos que les hice a Pril, todos absolutamente cada uno los pensé de esa forma, bueno siempre lo he sabido, soy una maldita egoísta pensando sólo en cómo la vida la puedo guardar mientras la voy viviendo así simulada, media actuada, quizá hasta falsamente, y a pesar de todo eso, lo sé bien aún lo tengo presente en no se dónde, porque quizá dónde van a parar las sensaciones del pasado, de allí rescato a Pril, presente en primer plano, con su mechón azul de veinte años, delgado, con su pestañeo rápido (un tic marcado desde los siete años), esperándome adentro del vagón de trenes detenido en una estación demolida hace años, llamada Corvi, y yo corro, corro rápido, porque me arranco de mi familia, subo y Pril va dentro, cuando cambiemos de carro en ese lugar que es como un pasadizo mágico al vaivén del viaje nos miraremos sin saber cómo todo sucedió para habernos por fin encontrado.